domingo, 6 de noviembre de 2011

Gracias al vino

Una noche sola en casa, sin mucho que hacer… me dispongo a leer un libro y a tomar algunas copas de vino para pasar el rato y relajarme un poco. Pongo el mensaje en el estado de mi celular para no ser interrumpida, cuando en menos de un minuto veo que él me escribe: “Me regalas una copa de vino?”



Pensé que la buena compañía de un amigo no caería nada mal, y con una sonrisa coqueta le respondí en un mensaje: “Por supuesto, ven. Me dijo que tan pronto terminara un trabajo pendiente pasaría por mi casa.

En lo que el llegaba termine de leer algunos capítulos del libro, en la radio puse mi emisora favorita y empecé a tomar algunas copas. Ya estaba lo suficientemente relajada cuando me escribe y me dice que está en la puerta, que salga a recibirlo.

Nos sentamos en la sala, hablamos de todo un poco… las copas de vino estaban presentes haciendo su mejor trabajo en nosotros. El ambiente era perfecto… noche espectacular, música, risas, el vino, el y yo.

Ya eran casi las doce de la medianoche cuando le pregunte que si no era tarde para regresarse a su casa… Cuando su única respuesta fue tomarme y sentarme sobre él, abrazarme apasionadamente y darme un beso.

Me resistí y me hice un poco la difícil, me pare y le dije que lo acompañaba a la puerta… ya estando en la puerta él se queda sosteniendo la cerradura por un momento, veo que no la gira, no hace nada, solo la mantiene agarrada… de pronto me mira fijamente, me agarra por el cuello y me pega de la pared (wow, que momento)… tiramos todo lo que teníamos en las manos, llaves, chaqueta, todo… y no habíamos empezado a darnos el primer beso cuando ya nuestras manos estaban jugando a explorar en el cuerpo del otro.

Las fuertes respiraciones, los besos ardientes, las caricias, todo era increíble, en el momento perfecto.

Por dentro sentía que me quemaba, sus movimientos me hacían saber que el también estaba sintiendo lo mismo. No fue necesaria palabra alguna para lograr comunicarnos en ese momento.


Por instinto mis piernas se colocan entre su cintura mientras siento su constante respiración sobre mi cuello. Me agarra y me acuesta en el mueble… de un solo tirón logra quitar mi ropa interior y al instante siento como su lengua tibia y suave atraviesa toda mi intimidad logrando dejarme sin aliento con cada uno de sus movimientos.

Mojamos nuestros cuerpos con el poco de vino que quedaba en las copas, pues en la botella no quedaba ni una gota. Como olvidarlo, un Carlo Rossi CALIFORNIA ROSE... esa fue la botella de vino que más disfrute en toda mi vida, aunque no me refiera especificamente al vino en si.

Nos saboreamos hasta las entrañas… en el piso, en la pared, en el mueble; no hubo un rincón que no sintiera nuestro calor, nuestro deseo.

Una de la madrugada, ya nos estábamos despidiendo… él se puso su ropa y yo me acomode una sabana para despedirlo hasta la puerta. Estando allí, pega mi espalda a su pecho, yo aprovecho y le acaricio el cuello, y así tan automático como un horno cuando se enciende, así me sentí yo cuando de pronto introduce un dedo hasta el fondo de mi humedad.

Ya no sabía cómo reaccionar, no tenia control de mi; sus dedos me dominaban, esto era muchísimo más de lo que yo pensaba que podía pasar entre nosotros. De alguna manera extraña sus manos sabían lo que mi cuerpo quería, y así lo hacía. 


Todo el placer y todo mi deseo logre sentirlos caer al suelo, sus dedos lograron desatar en ese momento todo el fuego convertido en agua que me quemo esa noche. No puedo describir con palabras lo que sentí, solo puedo decir que disfrute ese momento como ningún otro.

Gemidos, deseo, pasión, suspiros y humedad; eso fue lo que nos quedo en esa noche… 
Gracias al vino.


 

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