jueves, 23 de diciembre de 2010

La que me enseñó a vivir

Sus cabellos rojos como la pasión aumentaban mi inspiración,

Sus labios de seda color rosa no dejaban aliento dentro de mi...
Curvaturas perfectas diseñadas por Dios, ojos adorables, ademanes sensuales.


Me miraba y guiaba mis manos hacia su humedad,
Humedad que me llevaba hasta la locura. Dulce, exquisita…


Alimentaba mi alma con las ansias de su piel,
Invadía mis pensamientos con todo su ser.


Así como se elevaban sus placeres, se elevaban mis emociones.
Millones de sensaciones cautivan mi cuerpo,
Pensamientos perversos invaden mi mente.
No los alejo, los retengo y dejo que se apoderen de mí…


Por más que lo pienso no puedo dejar de decir que ella es todo para mi.



2 comentarios:

Vale dijo...

Me enamoro mucho con tus poemas DICES COSAS MUY tiernas y provocadoras, pero provocan no solo deseos sexuales, provocan deseos de amar con mucha inensidad.

Lïßělula ® dijo...

Al amar liberamos el alma. Cuando amamos de verdad liberamos ese deseo torrido y placentero que corre por nuestra piel, dejandonos a merced de la locura y el desenfreno.

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